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Día 39/4 de Diciembre

Fabián Schmidt

UNA FE TAN GRANDE COMO LA DE UN NIÑO

Seguramente cuando éramos chicos, la mayoría de nosotros creía 100% en lo que nuestros papás nos decían, no dudábamos o no nos poníamos a razonar más allá de lo que recibíamos como verdad; y si teníamos algún problema o temor, sabíamos que podíamos correr a ellos y encontrar la solución.

Mateo 8:23-27, narra un momento que vivieron los discípulos junto con Jesús, estando ellos subidos a un barco en medio del mar; cuando de repente los encuentra una terrible tormenta que los desesperó tanto por el miedo que les había causado que rápidamente acudieron a Jesús, el cual les respondió “¿Por qué temen hombres de poca fe? Y enseguida ordenó a los vientos y al mar que se calmen, y así lo hicieron.

Este acontecimiento nos enseña:

I) La FE vs. La tempestad:
Si nos ponemos a pensar en nuestras vidas, ¿cuántas situaciones de lluvias, diluvios, tormentas y tornados habremos pasado?
Situaciones de escases, momentos de complicaciones de salud, en la familia, en el Ministerio, etc. que nos han sacudido y que hicieron que pongamos en acción nuestra fe, para comenzar a batallar en contra de esa tempestad y así poder sobrepasarla. ¡¡Ordénale a tu tempestad que se calme!!

II) La FE que nos conduce a Él:
Los discípulos corrieron a Jesús, claro que porque tenían miedo y sabían que Él los sacaría de esa situación que los atemorizaba.
No importa la que pases, vayamos a los brazos de nuestro Papá, y confiemos en que Él hará. Dispongamos nuestro corazón sin dudarlo un minuto, sabiendo que no nos defraudará.

III) La FE que no nos hace temer:
Toda situación que no podemos controlar con nuestras propias manos, en muchos casos nos trae crisis, nos paraliza y no nos permite avanzar, lo que nos lleva a consecuencias de las que muchas veces nos arrepentimos; sin embargo si tan solo activáramos la FE que ya nos fue dada (Rom. 12:3) ¡de cuántas situaciones podríamos salir más rápido y alejarnos del temor y del miedo al fracaso! Caminemos creyendo en nuestro Padre, creamos completamente en que Él sigue estando en nuestra barca.

Oración: Padre ayúdame a activar la fe que me has dado, y a mantener mi corazón y mente como la de un niño para seguir creyéndote siempre, en el Nombre de Jesús ¡Amén!